martes, 14 de diciembre de 2010

Ayudando a otros a despertar: una misión transpersonal

                             Actualmente y de una forma paralela al estudio de los problemas sociales y colectivos, se hace sentir la necesidad de encontrar la forma de reafirmar el valor individual del ser humano, para hallar la manera de vivir su propia realidad de un modo más pleno y directo. Al mismo tiempo, ante la necesidad de responder a sus incógnitas interiores, el hombre precisa apoyarse en algo solido que emancipado de reglamentos externos, le den plena garantía de autenticidad.
                             El hombre que camina por el sendero de la búsqueda interior, cuanto más consciente se hace de su estrecha e inevitable relación externa e interna con el engranaje social, más urgente se hace su necesidad de buscar una nueva dimensión de sí mismo que esté libre de todo condicionamiento externo, para salvar esa conciencia de individuo libre y le evite caer en la sensación de ser tan sólo una máquina más, dentro del complejo económico, político y social en el que su vida se desenvuelve.
                             Vivimos todos en estrecha interacción con nosotros mismos, con el mundo que nos rodea y con una percepción más sensible y sutil con "algo" transcendente, que se escapa de momento a nuestro entendimiento, pero que sentimos muy cerca. Esto último, aunque tenue y distorsionado, indica la dirección de lo que realmente empuja desde nuestro interior y que necesitamos desvelar. Éste es el verdadero motor de nuestra existencia. Y aunque aparezca disfrazado en forma de anhelos e ideales a conseguir, es el deseo de hermanarnos con ése "algo" imperceptible, pero de hecho tremendamente consustancial a nosotros mismos, lo que realmente perseguimos.
                             Y sin embargo, es por esta razón, por lo que muchas personas viven muy descontentas tanto de sí mismas como de la sociedad que les rodea. Y este descontento no es fruto de problemas personales o de una incapacidad de adaptación al medio ambiente, sino de una aspiración sincera a vivir algo fundamental, real y definitivo y que no saben como satisfacer, porque no logran verlo claro por ninguna parte. Nos agarramos a cada representación mental creyendo que es ella misma la realidad, cuando no es más que una forma de la Realidad. Por lo tanto, en la medida en que sigamos con esta adhesión a cualquier forma mental particular --por abstracta y elevada que ésta pueda parecer-- seguiremos estando incapacitados para percibir nuestra Realidad esencial. Y lo mismo que decimos respecto a las ideas, puede decirse de todos nuestros fenómenos psíquicos personales: sensaciones, emociones, sentimientos. Es por ello que el objetivo manifiesto del hombre, es el de procurar un alto grado de conocimiento de sí mismo y, como consecuencia, alcanzar la paz interior. Esto es lo que ha despertado la atención de ciertos psicólogos de Occidente, que sensibilizados con la problemática existencial de ser humano, están dedicando sus vidas a mejorar la relación del hombre consigo mismo. Por lo tanto, éstos nos vienen a decir, que si queremos llegar a descubrir esta Realidad que hay detrás de las formas, no tenemos más remedio que prescindir temporalmente, pero por completo, de nuestro razonamiento, de nuestro sistema lógico de pensar. Y que lo que hay que superar en el proceso de investigación de la realidad esencial, es el pensamiento; lo que ha de subsistir en todo momento, en cambio, es la atención, lo más lúcida y amplia posible. Esa atención que nos permitirá penetrar en la auténtica verdad de esa Realidad.
                             Partiendo de la base, que la causa de los problemas que nos aquejan y de la distorsión interior que nos impide alcanzar la comprensión de nosotros mismos, es el desconocimiento e ignorancia que padece nuestra mente, -que embutida en una serie de ideas y creencias erróneas, se detiene en los medios y olvida del fin primordial, alejándose de la percepción directa de nuestra propia realidad-, se hace imprescindible encontrar esa luz interior que permita comprender las causas de las angustias existenciales, que tanto malestar comportan al ser humano. Todas las operaciones de la mente son, por definición, transitorias, fenoménicas, vienen y se van y se diluyen en el tiempo. Todo juego de ideas es un juego de ilusión comparado con la realidad. De este error básico se originan todos nuestros problemas. Por lo tanto nuestra atención ha de ampliarse y profundizar hasta que sea capaz de percibir lo que hay más allá de todo fenómeno, hasta que se pueda abrir a la fuente interior de donde surge todo impulso, todo sentimiento, toda idea y todo conocimiento. Lo único real es lo que está detrás de todo fenómeno. Si buscamos algo sólido donde asirnos, donde cogernos, es porque la experiencia de la vida diaria nos ha acostumbrado a depender de las ideas y esa es la única realidad que concebimos. Y esa no es en absoluto nuestra auténtica Realidad. Porque la Realidad; nuestra naturaleza esencial, no es ninguna idea, como no es tampoco ningún sentimiento, ni ninguna creencia. Sólo descubriendo esto en nosotros mismos, tenemos la oportunidad de superar nuestra ignorancia.
                             Pero, aunque todas las repuestas a esas cuestiones que van más allá del campo personal, tienen "per se" su respuesta en el interior de cada uno, éstas, muchas veces, no son fáciles de encontrar sin la ayuda adecuada y se hace pues, necesario en muchos casos, un apoyo exterior de otro ser humano, que ya haya desarrollado la facultad de comprender mejor esa problemática interior.
                             Actualmente, en el plano del trabajo interior, existen múltiples técnicas que ayudan a conducirse por el sendero del descubrimiento de la propia autenticidad que el hombre trae latentemente sumergida dentro de sus facultades sin desarrollar. El problema radica, en que el ser humano actúa como si éstas no existieran y la labor del terapeuta experimentado es hacerlas aflorar convenientemente, para que el hombre las incorpore con efectividad en su quehacer cotidiano.
                             Los terapeutas transpersonales, están dedicados a enseñar a quien lo precise, dónde están escondidas esas llaves individuales, que abren las puertas del conocimiento interior de nosotros mismos y que están más allá de lo puramente mental y físico. Descubrir pues, como utilizar cada uno, esas magníficas herramientas individuales que mejoran tan enormemente el malestar provocado, -muchas veces gratuitamente-, por el propio auto desconocimiento de lo que realmente somos en nuestro interior, es el hallazgo más enriquecedor y esclarecedor que el ser humano puede realizar durante la existencia. Y el camino para conseguirlo, es único y personal; la solución sólo existe dentro de cada uno. Pero ayudar y acompañar en ese descubrimiento, señalando el camino por donde es mejor transitar ese sendero de auto descubrimiento, es la tarea a la que dedican sus esfuerzos los que han hecho suya, la sagrada profesión de impulsar ese despertar.

FRAN ROS MARINO
Noviembre 2010